lunes, 11 de enero de 2010

Dios me ama

En esto consiste el amor:


no en que nosotros hayamos amado a Dios,sino en que él nos amó a nosotros,y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados…

Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. 1 Juan 4:10 y 19.

Un día se le preguntó a un anciano si amaba al Señor Jesús. Su respuesta fue: -Sí, le amo, pero puedo decirle algo aún mejor: ¡Es él quien me ama! La felicidad de ese hombre, después de la experiencia de toda una vida, era lo que constataba el apóstol Juan quien, para hablar de sí mismo en el evangelio que escribió, empleó varias veces la expresión: “el discípulo a quien Jesús amaba” (Juan 13:23; 19:26; 20:2; 21:7).

En los primeros tiempos que siguen a la conversión, a menudo un nuevo creyente está lleno de amor y de celo por su Salvador. Luego, al pasar el tiempo, puede ocurrir que la tibieza y la tristeza de no experimentar los mismos sentimientos se instalen en su corazón. A veces el creyente incluso llega a dudar de si se ha convertido realmente.

Si esto ocurre, volvamos a colocarnos al pie de la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Admiremos la manera en que él nos amó. Cuando todavía éramos sus enemigos, él murió para darnos la vida eterna.

Meditemos más en la inmensa bondad de Dios para con nosotros. No busquemos la paz y la felicidad en nuestros sentimientos (¡que son tan variables!) sino en la certeza de que Dios nos ama con un amor eterno e inmutable.



Dios es Amor ¿Cómo define Dios el Amor?


La Biblia nos dice que “Dios es Amor” (1 Juan 4:8). ¿Pero cómo podemos siquiera comenzar a comprender esa verdad? Hay muchos pasajes en la Biblia que nos dan la definición de Dios del amor. El versículo mejor conocido es Juan 3:16: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Así pues, una manera en la que Dios define el amor es en el acto de entrega. Sin embargo, lo que Dios dio (o deberíamos decir, a “quien” Dios dio), no era simplemente un obsequio envuelto; Dios sacrificó a su hijo único para que nosotros, los que ponemos nuestra fe en su hijo, no pasemos la eternidad separados de él. Este es un amor asombroso, porque nosotros somos quienes escogemos estar separados de Dios por nuestro propio pecado, y aun así, es Dios quien enmienda esta separación por medio de su intenso sacrificio personal, y todo lo que tenemos que hacer es aceptar su obsequio.

“Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jeremías 31:3).